La ceremonia de premiación de los Oscar es un espectáculo digno de su naturaleza y no es para menos. Es decir, los premios que galardonan lo mejor del entretenimiento cinematográfico en la capital del entretenimiento global deben ser una puesta en escena sin precedentes que cada año busca superarse a sí misma. Aunque, superar los hechos del año pasado es una tarea difícil, creo que en la ceremonia número 95 lo hicieron y con dignidad.
Sin ahondar, otra vez, en el golpe que Will Smith le propinó a Chris Rock en la entrega número 94, es claro que el hecho es difícil de olvidar - De hecho, para los que pensaban que Rock lo había olvidado, vayan a Netflix y vean el especial Selective Outrage- Pero fuera de todo ese ruido, la ceremonia que se llevó a cabo el 12 de marzo logró reivindicar a la Academia con una narrativa más abierta que de hecho se vio, por momentos, mucho más inclusiva.
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Lo más emocionante de la noche estuvo a cargo de Brendan Fraser ganador por su papel en The Whale, Ke Huy Quan por su papel como mejor actor de reparto en EEAAO, y Sarah Polley por mejor guión adaptado por Women Talking.
Además, el hecho de que una película arriesgada se llevará la mayoría de premios consolidó la narrativa del triunfo de los pequeños que tanto le hacía falta a la mirada centrista de Hollywood. Se puede estar de acuerdo o no con el premio que recibieron The Daniels por su película, pero lo que si es claro es que hay otras miradas desmontando esa industria - que no ganara Spielberg es muestra de ello, por ejemplo.
Por supuesto falta mucho para lograr espacios más ecuánimes y descentralizados, pero parece que el escándalo les sirvió para mirarse a los ojos y procurar algunos cambios. Amanecerá y veremos, pero por ahora prefiero las lágrimas de un actor que tuvo una segunda oportunidad a las de uno que decidió golpear al host.