Esta escena romántica de 'Stranger Things' representó el primer beso de sus vidas para estos dos jóvenes actores
Casi nadie conoce mi primer nombre, pero todos saben que tengo un homónimo español que escribe thriller. Me obsesionan las películas sobre el fin del mundo y tengo una particular debilidad por el cine de M. Night Shyamalan.

El cierre de la segunda temporada escondía algo más que una historia de amor adolescente: una experiencia real que marcó a quienes la protagonizaron.

Entre luces de discoteca, papel brillante y los ecos de Every Breath You Take de The Police, el final de la segunda temporada de Stranger Things entregó una de las escenas más tiernas de la serie: el esperado baile escolar del “Snow Ball”. Allí, mientras Eleven y Mike sellaban su reencuentro con un beso, otra pareja nacía al ritmo de la timidez. Lucas y Max, entre sonrisas nerviosas, compartían el suyo. Lo que pocos sabían entonces —y se reveló después en Beyond Stranger Things, la miniserie detrás de cámaras de Netflix— es que aquel momento no solo fue el primero para sus personajes, sino también para los propios actores.

Sadie Sink y Caleb McLaughlin tenían apenas 15 años cuando rodaron la escena. Según contaron en el especial, ese beso no estaba originalmente en el guion. Fue una idea que surgió en el set, cuando los hermanos Duffer —creadores de la serie— notaron la química entre ambos y propusieron incluirlo como cierre simbólico para sus arcos. Sink recuerda que la noticia la tomó por sorpresa: “No estaba escrito. Matt [Duffer] bromeó diciendo que tal vez lo haríamos, y de pronto fue real. Me moría de nervios”.

El momento, rodado frente a decenas de extras y parte del equipo técnico, fue también el primer beso en pantalla de Caleb. “Fue raro, todos nos miraban. Pero cuando dijeron acción, solo éramos Lucas y Max”, comentó entre risas en el documental. Esa mezcla de incomodidad y ternura se tradujo en una autenticidad que el público percibió de inmediato. Lo que pudo ser una escena más se convirtió en una de las más recordadas del episodio.

La secuencia no solo sirvió como punto de inflexión para los personajes, sino como un instante de crecimiento real para los actores, que desde entonces han seguido madurando frente a las cámaras junto con la historia. En retrospectiva, el beso captura exactamente lo que Stranger Things ha sabido hacer desde su primera temporada: mezclar la nostalgia ochentera con la honestidad emocional de la adolescencia.

Hoy, años después, la escena sigue circulando entre los fanáticos como símbolo de inocencia y complicidad. En un mundo donde las series juveniles tienden a la exageración, Stranger Things se permitió ser simple: un beso torpe, sincero, compartido entre dos jóvenes que descubrieron, al mismo tiempo que sus personajes, lo que significa crecer bajo la mirada del mundo.

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