Descubre las 5 fascinantes locaciones utilizadas para filmar ‘Frankenstein’ de Guillermo del Toro
Santiago Díaz Benavides
Desde 'Forrest Gump' hasta 'Interestelar', pasando por 'Guerra Mundial Z' y 'Naruto', puedo pasar horas hablando sobre mis producciones favoritas. Si me preguntas qué es lo que más me gusta del cine te diré que es mucho mejor que la vida.

Cinco escenarios históricos se convirtieron en la columna vertebral visual de la nueva adaptación del clásico de Mary Shelley.

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Guillermo del Toro siempre ha tenido el pulso de un artesano obsesionado con la belleza y la oscuridad, como si cada película fuera un experimento alquímico para comprender qué nos hace humanos. En Frankenstein, su adaptación largamente soñada del clásico de Mary Shelley, el director mexicano vuelve a demostrar que la arquitectura también puede contar historias. No solo es un telón de fondo: es un organismo vivo, un espejo emocional que respira con los personajes y que amplifica la tragedia de Víctor y su criatura.

Para conseguirlo, Del Toro y la diseñadora de producción Tamera Deverell emprendieron una búsqueda quirúrgica: necesitaban espacios capaces de sostener el peso simbólico del relato. El resultado fue un recorrido por algunas de las edificaciones más imponentes de Escocia e Inglaterra, lugares cuya historia, textura y solemnidad parecen cincelados para esta tragedia gótica. Estas son cinco de las locaciones que dieron vida —y sombra— a la película.

Gosford House (East Lothian, Escocia)

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Pocas mansiones encarnan mejor la noción de linaje, prestigio y secreto que Gosford House, la primera gran locación del rodaje. Esta propiedad neoclásica diseñada por Robert Adam fue transformada en la casa de los Frankenstein: un espacio donde la elegancia esconde tensiones silenciosas y donde la arquitectura funciona como un retrato emocional de la familia. La inmensa fachada, el vestíbulo de mármol y la imponente escalera principal aparecen en varias escenas que narran la vida doméstica de Víctor, casi como si la casa misma tratara de advertirle sobre los límites que está a punto de cruzar.

Wilton House (Wiltshire, Inglaterra)

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La icónica Double Cube Room de Wilton House —una de las salas más perfectas del barroco inglés— brinda a la película un aire casi ceremonial. En Frankenstein, se convierte en el escenario de banquetes y reuniones familiares donde cada gesto pesa más que las palabras. Los jardines y el puente palladiano de la propiedad también se utilizaron para filmar una de las secuencias más dolorosas del relato: el funeral de William, el hermano de Víctor. Todo en Wilton House dialoga con el duelo, la pérdida y la creciente fractura emocional que empieza a romper a la familia.

Burghley House (Lincolnshire, Inglaterra)

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Burghley House es otra joya arquitectónica que Del Toro integró al filme. Su famosa Bow Room, decorada con frescos mitológicos, sirve como espacio para momentos de introspección y enfermedad de Víctor, donde el personaje se repliega ante el peso de sus decisiones. La Sala del Cielo, con su extravagante techo pintado por Antonio Verrio, también aparece en la película y agrega un tono casi sobrenatural, como si los mismos dioses contemplaran —y juzgaran— el experimento prohibido que está por cambiar la historia.

Dunecht House (Aberdeenshire, Escocia)

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En Dunecht House, una mansión rodeada de bosques y bruma, Del Toro encontró la biblioteca perfecta para los Frankenstein. El antiguo salón de baile se transformó en un espacio atravesado por un techo abovedado de vidrio, símbolo del deseo de conocimiento y, al mismo tiempo, de la fragilidad de la razón humana. La luz que cae sobre los estantes y sobre el protagonista refuerza ese subtexto: cada página que Víctor lee, cada idea que obsesivamente persigue, lo acerca más a su propia ruina.

Hospitalfield House (Arbroath, Escocia)

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Para el laboratorio —ese corazón palpitante de la tragedia— Del Toro eligió Hospitalfield House. Con su atmósfera gótica y su mezcla de piedra, hierro y madera oscura, este espacio encarna el choque entre ciencia y horror. Aquí es donde Víctor se enfrenta al límite definitivo: crear vida donde no la hay. El taller, cargado de texturas y sombras, funciona como un útero siniestro, un lugar donde la humanidad se dobla hasta quebrarse.

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