Las grandes amistades del cine casi nunca empiezan con focos, alfombras rojas ni acuerdos millonarios. A veces nacen en una barbacoa, como la que organizó Ron Perlman a principios de los años 90, donde un joven Guillermo del Toro coincidió por primera vez con James Cameron. Uno venía de terminar Cronos; el otro acababa de entregar Terminator 2. Se miraron, conectaron y, sin saberlo, iniciaron una relación creativa y humana que lleva más de treinta años sin tambalearse.
Lo insólito es que, detrás de sus filmografías monumentales, una parte de esa amistad se consolidó en una rutina tan doméstica como reveladora: vivir juntos por temporadas y ver anime todas las noches. Entre pilas de storyboards y discusiones sobre monstruos, robots y narrativa visual, se tejió un intercambio que —aunque parezca un detalle menor— plantó semillas narrativas que años después germinarían en dos franquicias gigantes del cine contemporáneo.
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A continuación, los animes que marcaron esa amistad… y su legado.
'Patlabor': la recomendación de Cameron que moldeó un clásico
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Cuando del Toro recuerda esos años, lo hace con una mezcla de gratitud y complicidad: “Viví en su casa durante mucho tiempo, veíamos anime juntos. Él me metió en Patlabor”, dijo alguna vez. Y tiene sentido. Patlabor —o Mobile Police Patlabor— es un anime de ciencia ficción que imagina un futuro cercano en el que unidades de policía pilotan mechas para combatir el crimen en Tokio.
No es difícil trazar la ruta emocional y estética que une ese título con lo que años después sería Pacific Rim. La fascinación por los robots gigantes, el equilibrio entre épica y tragedia, la construcción de mundos donde el metal y el sentimiento conviven… todo estaba ahí, latiendo. De hecho, Patlabor no solo se volvió un elemento fundacional en la sensibilidad de del Toro: también se convirtió en la puerta de entrada para uno de los homenajes más sinceros que ha hecho Hollywood al anime de robots gigantes.
Con el tiempo, Pacific Rim cerraría el círculo al tener su propia adaptación en anime, Pacific Rim: Tierra de Nadie, heredera de ese intercambio íntimo entre amigos que jugaban a diseccionar animación japonesa en medio de su lucha por abrirse camino en la industria.
'Gunnm' / 'Alita': el regalo de del Toro que Cameron convirtió en película
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La reciprocidad fue inmediata: si Cameron le abrió la puerta a Patlabor, del Toro le compartió Gunnm, mejor conocido en este lado del mundo como Alita: Ángel de combate. Y ese gesto no fue un simple “mira este anime, te va a gustar”. Fue, literalmente, el inicio de una obsesión.
Cameron quedó tan impactado por la historia de Alita que pasó décadas intentando llevarla a Hollywood. Tanto insistió que, cuando finalmente lo logró en 2019 con Alita: Battle Angel, lo hizo como productor y guionista, en un proyecto dirigido por Robert Rodríguez pero empapado del ADN cameroniano: el poder de la tecnología al servicio de la emoción, la identidad como campo de batalla y un universo visual donde lo humano y lo artificial se funden.
Así como Patlabor dejó huella en del Toro, Gunnm dejó una marca definitiva en Cameron. Ambos animes, intercambiados en la sala de una casa cualquiera de Los Ángeles, terminaron escribiendo rutas inesperadas en el cine global.
Una amistad que va más allá del anime
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Lo conmovedor de esta historia es que el anime fue solo una parte del vínculo. Cameron estuvo ahí en momentos fundamentales de la vida de del Toro: lo apoyó cuando su padre fue secuestrado en 1998, pagó al negociador sin pedir nada a cambio y se ofreció incluso a cubrir el rescate. “Es increíblemente leal y fuerte”, diría del Toro años después, con esa mezcla de admiración y deuda moral que solo nace en amistades verdaderas.
Tres décadas después, siguen siendo hermanos de ruta. Uno redefine la ciencia ficción desde la tecnología; el otro desde la fantasía visceral. Pero ambos llevan, entre sus influencias más íntimas, aquellas noches de juventud donde dos futuros titanes del cine se sentaban a ver anime porque, ante todo, seguían siendo fanáticos.
Y quizá ahí está la clave: incluso los cineastas más grandes siguen siendo, en el fondo, los mismos amigos que descubren historias juntos, que se sorprenden, que recomiendan animes que les volaron la cabeza. De esa chispa nacen películas que después vemos en pantalla grande sin imaginar que, alguna vez, comenzaron en un sofá.