El día que Betty se quitó los brackets: la historia de la escena de ‘Betty, la fea’ que paralizó a Colombia

El capítulo 271 marcó un antes y un después en la televisión colombiana. La transformación de Beatriz Pinzón Solano no solo sorprendió a Ecomoda, también redefinió lo que significaba ser una protagonista en el país.

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El 13 de octubre del año 2000, millones de colombianos detuvieron lo que hacían para ver lo que prometía ser un episodio más de Yo soy Betty, la fea. Pero no lo fue. Aquella noche, el país entero fue testigo de uno de los momentos más icónicos en la historia de la televisión nacional: el regreso de Beatriz Pinzón Solano a Ecomoda con su nuevo rostro, su nuevo estilo y una seguridad que hasta entonces nunca había mostrado.

Era el capítulo 271, y Betty, interpretada por Ana María Orozco, volvía después de un periodo de transformación en Cartagena, donde había dejado atrás a la mujer insegura, de gafas gruesas y brackets metálicos, para dar paso a una figura elegante, de cabello suelto, mirada firme y voz pausada. La escena inicia con su ingreso a la empresa, donde los empleados —desde el Cuartel de las feas hasta Patricia Fernández— quedan en shock absoluto. El asombro de Marcela Valencia (Natalia Ramírez) es la culminación de una tensión que se había construido durante más de 250 episodios.

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Lo que para muchos era simplemente un cambio de apariencia fue, en realidad, un punto de inflexión emocional y narrativo. Betty no solo se había quitado los brackets: había superado la vergüenza, el miedo al rechazo y la mirada ajena. Su nuevo aspecto era la manifestación visible de un proceso interior que el público había seguido durante meses. Y esa identificación fue tan profunda que, según los registros de audiencia de la época, ese episodio alcanzó picos históricos en rating, superando los 60 puntos en hogares colombianos.

En palabras de Ana María Orozco, aquella secuencia condensaba el espíritu de la telenovela: “Betty no cambió para gustarle a nadie, cambió porque aprendió a quererse”, dijo años después en una entrevista. Era el triunfo del autodescubrimiento sobre el estereotipo, del amor propio sobre el molde impuesto por la belleza televisiva.

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El impacto fue inmediato. Todo el mundo hablaba de una sola cosa: “¿Viste cómo quedó Betty?”. En cuestión de horas, Betty, la fea dejó de ser solo una comedia romántica para convertirse en un verdadero fenómeno cultural.

Veinticinco años después, el momento sigue intacto en la memoria colectiva. La secuencia de Betty atravesando los pasillos de Ecomoda, con una mezcla de nervios y orgullo, representa mucho más que una transformación estética: es una metáfora de la segunda oportunidad, del derecho a reinventarse sin perder la esencia. Por eso, cuando se dice que “Colombia se paralizó” aquel día, no es una exageración. Fue el instante en que todos —como Betty— aprendimos a mirarnos de nuevo frente al espejo.

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