Durante décadas, Vicky Hernández fue una presencia imprescindible en la televisión colombiana. Con una carrera que abarca teatro, cine y telenovelas, la actriz antioqueña construyó una reputación sólida por su talento, intensidad y compromiso con los personajes que interpretaba. Sin embargo, hace ya varios años que no aparece en las grandes producciones televisivas del país. ¿Qué ocurrió? La propia artista lo ha resumido con contundencia: “Ya es suficiente”.
Detrás de esa frase hay una historia compleja, que va más allá del cansancio. Hernández ha revelado que uno de los principales motivos por los que se ha alejado de las telenovelas es su salud. Tras varias décadas de trabajo continuo, su columna vertebral terminó seriamente comprometida, obligándola a someterse a cirugías para evitar consecuencias irreversibles como la cuadriplejia. “He tenido episodios fuertes”, confesó en una entrevista reciente, señalando que su cuerpo ya no le permite someterse a jornadas extenuantes de grabación.
Caracol Televisión
Pero hay otra razón, más profunda y crítica: el desencanto con la televisión colombiana actual. Vicky Hernández ha sido una voz franca a la hora de cuestionar la calidad de los contenidos que hoy dominan la pantalla. En particular, ha mostrado su rechazo a la proliferación de historias centradas en el narcotráfico y la violencia. Para ella, la industria se ha vuelto repetitiva, carente de propuestas arriesgadas o humanas. “La televisión perdió variedad”, afirmó con desilusión, señalando también su molestia por el debilitamiento del teatro y la cultura en los grandes canales.
Señal Memoria
No se trata, sin embargo, de una renuncia definitiva al arte. Hernández continúa actuando, pero solo en proyectos que cumplan con sus estándares: guiones sólidos, personajes bien construidos y condiciones laborales dignas. Su enfoque ahora es selectivo, consciente y más personal. A sus 76 años, elige lo que le da satisfacción y sentido.
También hay una dimensión íntima en su retiro parcial. Hernández vive actualmente en el campo, en una zona rural de Cundinamarca, donde ha encontrado una vida tranquila, lejos del ruido de la ciudad y de los sets de grabación. Desde allí, mira con distancia crítica una industria que ayudó a construir, pero que ya no la representa. “Ya es suficiente”, repite, no como una renuncia amarga, sino como una afirmación de autonomía y dignidad artística.