Un anime de romance poco convencional: la tóxica historia de una pareja sumergida en el oscuro mundo del crimen
Si la vida hubiese querido otro destino para mí y me hubiese dado la opción de escoger, seguramente sería mangaka o futbolista, pero ni dibujo bien ni coordino tres pases, así que mejor me quedo escribiendo sobre libros y películas.

Una historia de amor tan peligrosa como adictiva que desafía las reglas del género y expone lo más oscuro del corazón humano.

Hay romances que nacen de un flechazo, otros que se construyen con paciencia… y luego está Yakuza Fiancé, la historia donde el amor se pacta como un armisticio entre clanes criminales y la pasión se vuelve un territorio minado. Esta serie, que llegó al streaming para romper el modelo tradicional del “amor adolescente”, se mueve con la soltura de quien entiende que el mercado del anime está hambriento de narrativas más arriesgadas, más incómodas, más cercanas al borde donde el deseo y la violencia se confunden.

Basada en el manga de Asuka Konishi, Yakuza Fiancé: Raise wa Tanin ga Ii es una propuesta que vibra en una frecuencia distinta. Aquí no hay clichés rosados ni promesas de amor eterno, sino un contrato sellado con sangre: Yoshino Somei, heredera de un poderoso clan de Osaka, es enviada a Tokio para comprometerse con Kirishima Miyama, el joven rostro —aparentemente impecable, impecablemente falso— de una familia rival. Lo que debería ser una alianza estratégica se convierte en una bomba de tiempo emocional, un cóctel de tensiones que se retroalimentan en cada episodio.

Yoshino, acostumbrada a sobrevivir en un mundo de hombres armados y sonrisas hipócritas, descubre que Kirishima no es el príncipe elegante que aparenta ser. Bajo su fachada amable late un temperamento oscuro, violento, retorcido. Un hombre que se mueve con la serenidad del que disfruta tener el poder y que, sin avisar, arrastra a Yoshino a una relación donde el peligro y la atracción forman un nudo imposible de separar.

Esa es, quizá, la razón por la que la serie ha tenido tanto eco entre los fans. No se limita a narrar un romance disfuncional; disecciona el funcionamiento emocional de dos jóvenes atrapados por sistemas familiares que los moldean, los retuercen, los obligan a negociar entre lo que sienten y lo que deben. Yoshino es fuerte, sí, pero ese músculo emocional se pone a prueba constantemente. Kirishima es brillante y seductor, pero también impredecible, casi como esa tormenta que sabes que va a caer, aunque el cielo todavía no se oscurezca del todo.

El anime —dirigido por Toshifumi Kawase y producido por Studio Deen— mantiene un tono sobrio, sin excesos melodramáticos, con una estética que mezcla frialdad urbana y violencia silenciosa. Los 12 episodios son, en esencia, un viaje hacia el corazón de una relación imposible, una especie de “trámite corporativo” entre familias que termina desbordando cualquier control de daños.

En plataformas como Reddit los fans describen la serie como “adictiva”, “hipnótica”, “difícil de soltar”, y no es para menos: hay algo profundamente humano en ese choque entre dos personas que nunca pidieron estar juntas, pero que no pueden evitar verse, medirse, reconocerse en lo más vulnerable.

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