Un caso sin resolver, una región marcada por el miedo y una investigación que todavía hoy genera escalofríos.
Netflix sumó hace unos días a su catálogo El Monstruo de Florencia, una miniserie que revive uno de los casos más perturbadores de la historia criminal italiana. Su origen está en una serie de asesinatos cometidos entre 1968 y 1985 en la Toscana, donde un agresor desconocido atacaba a parejas jóvenes en sus autos, siempre con el mismo patrón, el mismo calibre de arma y la misma frialdad quirúrgica. Lo inquietante no es solo la brutalidad de los crímenes, sino el hecho de que, más de cinco décadas después, el caso permanece sin resolver.
La miniserie, creada por Stefano Sollima y Leonardo Fasoli, abre con un doble homicidio ocurrido en 1982, pero no tarda en retroceder al primer asesinato registrado en 1968 para trazar una línea de tiempo coherente entre los diferentes sucesos. El arma usada en todos los casos —una pistola Beretta calibre .22— y las mutilaciones infligidas a algunas víctimas femeninas son elementos que consolidaron la teoría de un solo responsable operando durante años sin dejar rastro.
Uno de los ejes más interesantes de la producción es su enfoque en el derrumbe institucional que acompañó la investigación. A medida que avanza la historia, la miniserie expone errores judiciales, pistas mal gestionadas, hipótesis precipitadas y la presión social que terminó desviando algunas de las líneas más prometedoras. El nombre de Pietro Pacciani, un campesino de la zona que fue detenido y posteriormente absuelto, reaparece como recordatorio de lo complejo que fue el caso en términos mediáticos y legales.
La serie también recupera la llamada “pista sarda”, una teoría que relacionaba los crímenes con un grupo de inmigrantes procedentes de Cerdeña y que, durante años, generó divisiones entre investigadores y fiscales. Aunque ninguna hipótesis logró cerrarse de forma definitiva, la miniserie presenta todas las posibilidades sin caer en el sensacionalismo fácil ni en los clichés del true crime.
Visualmente, la producción se apoya en una recreación detallada de la Toscana de las décadas de los 70 y 80, con escenarios rurales que contrastan con la violencia de los hechos. La atmósfera es seca, tensa y sobria, muy en la línea de los thrillers europeos que privilegian el ritmo pausado y la reconstrucción meticulosa por encima del giro dramático. El elenco —encabezado por Marco Bullitta, Valentino Mannias y Francesca Olia— mantiene un tono contenido que ayuda a transmitir el peso emocional del caso sin explotar el morbo de las víctimas.
El Monstruo de Florencia es una miniserie para quienes disfrutan del true crime que no solo busca revelar al culpable, sino observar cómo un crimen puede quebrar comunidades, instituciones y certezas. Un relato inquietante sobre un asesino que nunca recibió nombre propio y cuyo eco sigue retumbando, décadas después, en la memoria de Italia.